domingo, 20 de junio de 2010

Medio Ambiente. Bellezas desde Pedernales a Barahona

El sistema multiforme de esta arboleda frágil y dura no se detiene en la voz  que nombra a un “parque nacional.”
Playas como galaxias curvas, humedales poblados de esferas y de pájaros de oro, costas afiladas que el mar, decora sin cesar.
Lo inefable es aquello que trasciende la palabra que lo nombra.
Breves islas del color del marfil y de la niebla pura.
Filamentos de la ira huracanada se detienen en el aire, vencidos.
La sustancia triste y sórdida que somos y no somos y que, está  mirándonos desde dentro, desde el porvenir que es asimismo pasado, desde un espacio gris, despierto y sonámbulo.
La laguna de Oviedo es  un ojo inmenso desprendido del cielo, rotando alrededor de sí y del contorno.
Es, como lo insondable y lo inviolable, un abismo del verde al claro.
Mirar el rostro inabarcable de esta masa indivisa es soñar y, al unísono despertar en el corazón del sueño.

Un pájaro oscuro se hunde en las orillas del día.
La  vegetación, la mar arbórea, es una gema ardiente en la candela de la madrugada.
Arquetipo de la matriz celeste, la caverna sonora de los mares extintos es aquí renacimiento e iniciación.
La fauna multitudinaria es universo de franjas pulimentadas, de cactus misterioso y claro.
La bahía de las Águilas lo es también del albatros ensimismado que alcanza con su pico a un pez volador.
El bosque del parque Jaragua es un cosmos de hojas y láminas de agua que se extiende desde los aromales infinitos a la lluvia sobrecogedora.
La neblina del parque,  océano reciente bautizado en la tierra, es escombro de una tempestad.

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