El sistema multiforme de esta arboleda frágil y dura no se detiene en la voz que nombra a un “parque nacional.”
Playas como galaxias curvas, humedales poblados de esferas y de pájaros de oro, costas afiladas que el mar, decora sin cesar.
Lo inefable es aquello que trasciende la palabra que lo nombra.
Breves islas del color del marfil y de la niebla pura.
Filamentos de la ira huracanada se detienen en el aire, vencidos.
La sustancia triste y sórdida que somos y no somos y que, está mirándonos desde dentro, desde el porvenir que es asimismo pasado, desde un espacio gris, despierto y sonámbulo.
La laguna de Oviedo es un ojo inmenso desprendido del cielo, rotando alrededor de sí y del contorno.
Es, como lo insondable y lo inviolable, un abismo del verde al claro.
Mirar el rostro inabarcable de esta masa indivisa es soñar y, al unísono despertar en el corazón del sueño.